POR VERÓNICA CONTRERAS Y SETH PÉREZ
| 20 JUL 2023
Muchas áreas de innovación nacieron patrocinadas por el corporativo como un lab, contrataron gente “cool", tenían cervezas en el refri, mesas de ping pong y todo se veía muy bonito. Eso a nivel político generó distancia porque se percibía que solo un pequeño grupo podía acceder a nuevas formas y estilos de trabajo, impactando negativamente la cultura organizacional y más aún sin evidenciar el valor que generaban. Surgieron preguntas como: ¿Qué pasa con la innovación?, ¿Cómo se integra al negocio?, ¿Cómo pueden trabajar de una manera ágil? Cuando no hay respuestas claras, se hacen cuestionamientos incluso sobre qué es innovación: ¿un área?, ¿un equipo?, ¿un laboratorio? e incluso ¿por qué queremos innovar?.
En ese momento es cuando nos damos cuenta que muchas empresas, sobre todo grandes, no siempre están alineadas al interior, y cuando su Norte cambia para adaptarse al mercado, la confusión sobre hacia dónde van puede ser aún mayor. En ese contexto, las áreas empiezan a separarse y perseguir sus propios propósitos y no siempre en alineación con el Norte que debe guiarlos a todos. En esa confusión las personas que trabajan en innovación y diseño también se desconectan del negocio, no tienen métricas claras y cuando sienten que la organización cuestiona su trabajo hasta el punto de bloquearlo, se van. El área aunque siga siendo atractiva, queda huérfana y se empieza a “heredar” lo que queda, para ver quién quiere gestionarlo, más como un tema político que funcional.
Resultado de estos movimientos, el área de innovación o diseño tiende a pertenecer a alguien más: TI, marketing, transformación, creación de valor… y se asume que la estrategia de innovación es la misma que la estrategia empresarial, porque quien defiende sus intereses está enfocado en el negocio presente.
La innovación que nace como un tema político, sin la convicción o la claridad de su propósito, termina flotando en el sistema. Pero la política es también necesaria, es una herramienta que puede permitir a los diseñadores reconectarse con la organización y crear alianzas para que su trabajo pueda entregar el resultado requerido y al mismo tiempo sea reconocido y valorado. Para que el diseño alcance su potencial en la organización es importante que los líderes de estas áreas entiendan de innovación / diseño, pero también de las políticas que mueven la empresa. ¿Cómo lograr ese equilibrio entre conocimiento y política?
Hay que tener aliados dentro, hay que estar consciente de lo que necesitamos negociar y a veces la innovación se convierte en una “misión política” que requiere mucha energía. Al final la política organizacional también es cosa de diseñadores, si quieren tener un impacto positivo en el negocio ¿Cómo podemos tener más diseñadores entrenados con estas habilidades? ¿Más dispuestos a entrar en estos campos de negociación?
Uno de los temas claves al querer inyectar un ADN innovador al interior de una organización, es primero estar alineados sobre el propósito (innovador?) a cual se quiere llegar, los recursos que se necesitan y algo fundamental: establecer qué es innovación al interior de su organización. Claramente, en esta discusión vemos cómo la política es un factor clave, para establecer no solo las conexiones al interior de la organización, si no poder servir como puente para poder ejecutar proyectos desde diferentes áreas. Cómo algunos teóricos definen la política como el instrumento que ¨debe favorecer el bien público y no el bien particular¨ y si lo vemos de esta forma, pues esto está fuertemente relacionado a los objetivos que se trazan los diseñadores, ya sea en el diseño de productos o e el diseño de una organización. A la pregunta de: ¿Cómo podemos tener más diseñadores entrenados con estas habilidades? Desde la academia, los diseñadores deben entender no sólo cómo funcionan las organizaciones, sino qué habilidades deben entrenar con miras a liderar procesos internos que van más allá de tener un laboratorio ¨cool¨ al interior de una organización.
- Álvaro Díaz
Desde mi perspectiva, cuando un área (en este caso de innovación) se crea por el ejercicio mismo de tenerla pero sin una asociación clara con el propósito estratégico del negocio, es predecible que tienda a desaparecer y no por las razones adecuadas. Un equipo de innovación debería tener como fin último, impregnar el ADN en todos los niveles de una organización a tal punto que se vuelva trascienda la responsabilidad de un equipo dedicado, y se integre como parte del pensamiento corporativo. En ese caso, desaparecer como área tiene sentido pues ya no hay un equipo único responsable de accionar. Por otra parte, cuando estás áreas o departamentos se crean con el único objetivo de tener innovación como un agregado, tanto su nacimiento y su tránsito por la organización va a ser sumamente doloroso pues no es claro a quién responde y con qué objetivo, ni cómo se alinea con la visión de la empresa o de qué es responsable en el macro de objetivos de negocio. En estos caso en los que un área queda “desconectada” del resto del sistema, y si bien hay acciones de corto plazo que permiten reparar esa desconexión y recuperar la relevancia de su labor (tales como manejo de relaciones, negociación y pensamiento estratégico), se requiere casi que el triple del esfuerzo para que haga sentido como parte del engranaje organizacional y no como una rueda suelta, y requiere de los diseñadores ser mucho más jugadores políticos que reparan conexiones, a jugadores estratégicos que potencian relaciones y generan sinergias. La política es muy importante pero al servicio de impulsar desarrollos y conectarlos con los objetivos de negocio, no para convencer a otros de la relevancia de un área solamente. Una organización no debería quedarse en tener un área de innovación sino trabajar para estar en proceso de transformación con el liderazgo de un equipo encargado de ayudar a hacer ese cambio.
- Carolina Leyva
El concepto de la innovación como un fin en sí mismo es una perspectiva con la que disiento. En mi opinión, la innovación no se desvincula del ejercicio estratégico del negocio ni de las actividades cotidianas que llevan a cabo los equipos de marketing, TI o incluso de recursos humanos.La innovación, en su interpretación desde la perspectiva del diseño, es la lente a través de la cual observamos el contexto empresarial. Configuramos el ecosistema de la organización para centrarnos en la optimización de la creación de soluciones que satisfagan las necesidades de los clientes y se enfoquen en la solución de desafíos de manera iterativa, ágil y escalable. Esto no es una lista exhaustiva, sino un recordatorio de que no existe una visión de innovación que pueda subsistir en una organización como un área autónoma. No puede apropiarse de ninguna actividad organizacional porque, en última instancia, perderá relevancia o su capacidad transformadora.El propósito de un área de innovación es impregnar la cultura organizacional de modo que el "lente" de diseño se convierta en una herramienta que informe el desarrollo de la empresa como un todo. Es decir, el objetivo final de cualquier área de innovación debería ser su autodisolución.El área cumplirá su misión cuando: Marketing reclute diseñadores de servicios con el fin de optimizar el recorrido del cliente, cuando el equipo de estrategia trabaje con el informe de "jobs-to-be-done" elaborado por su diseñador estratégico como un insumo crucial, cuando los managers exijan que cada iniciativa optimice, de alguna manera, los "resultados" para los usuarios finales. En resumen, cuando la cultura se transforme y la innovación se viva en cada proceso y no sea una actividad.La innovación no es un área, es un proyecto de transformación.
- David Dalel
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